Los juegos siempre han formado parte de nuestra cultura. Observamos ejemplos de ello en la antigua civilización egipcia, en el cuarto milenio a.C., donde encontramos representaciones en el Egipto predinástico de un juego de fichas y dados, o, más recientemente, en Mallorca, donde se han localizado dados de la ciudad romana de Pollentia (Alcúdia).

Por otra parte, el juego no sólo es interesante desde el punto de vista lúdico, sino también desde el punto de vista didáctico, ya que es un recurso valioso a tener en cuenta en nuestras aulas y, en particular, en las clases de matemáticas. En este sentido, cabe recordar las palabras de M. Gardner: «Siempre he creído que el mejor camino para hacer las matemáticas interesantes a alumnos y profanos es acercarse a ellas en son de juego». Asimismo, el juego como recurso didáctico puede ser utilizado adecuadamente para descubrir, consolidar o reforzar contenidos, además de potenciar habilidades socializadoras, como la aceptación de normas, de turnos de palabra, etc.; sin perder de vista que, a su vez, sirve para potenciar el razonamiento lógico o desarrollar estrategias para la resolución de problemas.

Por todo ello, hemos considerado apropiado realizar una práctica en la que el juego sea usado como recurso facilitador del proceso de enseñanza-aprendizaje en el área de las matemáticas. Así, nuestro alumnado ha tenido la posibilidad de construir su propio juego (justificando las razones), de coevaluarse y, en definitiva, de experimentar otra forma de enseñar y aprender esta materia.